A dos meses de la “Kiss Cam”: lo que no podemos dejar pasar.
No todos los escándalos empresariales nacen de balances mal hechos o decisiones comerciales equivocadas. A veces, una imagen fugaz captada por una cámara en un concierto, puede detonar una crisis de reputación con consecuencias irreversibles.
El 15 de julio de 2025 se viralizó la Kiss Cam durante el concierto de Coldplay en Miami, dejando en evidencia que el CEO de una compañía valuada en más de mil millones de dólares mantenía una relación que excedía el vínculo laboral con la directora de Recursos Humanos de la misma empresa. El hecho tomó aún mayor relevancia debido a que ambos estaban casados con otras personas.
El episodio generó un revuelo inmediato en redes sociales, y en cuestión de horas se volvió viral. La repercusión fue tal que ambos se vieron obligados a presentar sus renuncias.
Dos meses después, este hecho aún resuena y nos interpela. Nos invita a reflexionar sobre la importancia del buen gobierno corporativo en los tiempos que corren, y a preguntarnos cómo la sociedad mide el impacto de este tipo de situaciones bajo la lupa de la ética.
El “tono ético” como primera línea de defensa
Desde la perspectiva de Compliance, el hecho representa un claro potencial desvío a la política de conflicto de intereses: una relación personal entre un CEO y alguien de Recursos Humanos puede derivar en decisiones sesgadas en procesos como contrataciones, promociones internas o revisiones salariales.
Más allá del tamaño de la organización, toda política clara prohíbe este tipo de situaciones. Pero más que la política, importa la integridad y el compromiso de los líderes para cumplirla y hacerla cumplir ya que la credibilidad y la transparencia de la organización están en juego.
Entonces, ¿qué se debe realizar para prevenirlo?
- Establecer políticas claras de conflicto de interés: directrices precisas para manejar estas situaciones, adaptadas a la realidad de la organización y con sanciones adecuadas ante su incumplimiento.
- Garantizar capacitación continua: asegurar que todo el personal conozca y entienda las políticas.
- Promover una cultura de transparencia: fomentar un ambiente donde la comunicación abierta sea la norma e incentivar al personal a declarar cualquier posible conflicto de interés.
Asimismo, gestionar correctamente los conflictos de interés genera beneficios concretos:
- Mitigación de riesgos: reducir la posibilidad de conflictos y sanciones.
- Fortalecimiento de la credibilidad: mantener la confianza de personal, clientes y partes interesadas.
- Ambiente laboral ético: promover un entorno donde la integridad sea la base de todas las acciones.
La mirada del Comité de Asuntos Legales, Gobierno Organizacional y Compliance de Fundación FLOR
Liderar no es solo ocupar un cargo: es custodiar un legado. Una organización –sea pyme, ONG o gran empresa– funciona como un faro que guía a quienes la rodean, y su luz depende de la coherencia entre lo que proclama y lo que practica. El verdadero gobierno corporativo no vive únicamente en manuales y políticas, sino en la ética que se respira en cada decisión y en la valentía de poner límites antes de que estalle la tormenta.
Prevenir no es temer al futuro: es honrarlo. Es anticipar riesgos, cuidar los vínculos y blindar la reputación con actos que hablen más alto que cualquier reglamento. Porque al final, lo que sostiene a una organización no es el poder que ejerce, sino la confianza que inspira.
Este análisis invita a reflexionar, en equipo y de manera individual:
- ¿La sociedad realmente castiga los comportamientos poco éticos o los olvida rápido?
- ¿Las personas inversoras los tienen en cuenta al decidir dónde colocar su capital?
- ¿Los clientes lo consideran al elegir bienes o servicios?
El desafío es cómo mejorar nuestro propio metro cuadrado a partir de lo que la realidad nos muestra.
Por: Sol Escalante, Débora Dansker y Laura Poletti, Integrantes del Comité de Asuntos Legales, Gobierno Corporativo y Compliance de Fundación FLOR.